NI UNA MÁS
Hace unos días terminaba de ver una miniserie, una de esas de las que no crees pasar de los diez minutos estipulados para cambiar, rápidamente, a otra cosa. Lejos de querer marcharme de allí, reconozco que me quedé inmersa en un mundo de adolescentes viviendo, precozmente, historias y situaciones, las cuales su madurez, aún, no es capaz de gestionar.
Me introduje en sus vidas desde el principio, con el miedo a lo desconocido y a no querer aceptar, en lo más hondo de mí, que existen. Pero creo que cuanto más abiertos estemos a intentar entender, quizá, como padres, podamos ayudar a nuestros hijos en el momento que nos necesiten y, no se nos queden grandes las circunstancias y los estados en los que se puedan encontrar, por el desconocimiento y el tupido velo que nosotros mismos hemos corrido sobre ello.
Verdaderamente me enseñó mucho más de lo que imaginaba.
En el elenco de actores se reflejaban distintas personalidades, posturas y formas de enfrentar los problemas, tanto los propios adolescentes como los adultos.
Alma, la figura de una adolescente rebelde con diecisiete años, y la transición de niña que adora a sus padres a todo lo contrario, y a ser conflictiva. Drogas, mentiras, mal trato verbal a los padres, sexo incontrolado y toma de decisiones erróneas. Volvemos a lo mismo, a la falta de madurez y al creerse capaz y preparada para esto.
Unos padres comprensivos y con mente abierta, pero que sin saber cómo, se han ido alejando de su hija a base de exigir sin escuchar, ni tener en cuenta las inquietudes de su hija.
Por otro lado, la típica niña bien, falta de afecto, con padres intransigentes y conservadores que pueden llegar a tapar el lado más horrible de su hija, o los abusos a esta,por el simple hecho de guardar las apariencias.
El grupito de machirulos con granos y sin pelo en el pecho aún que, por ver porno, idealizan escenas y no saben diferenciar lo real de lo que es simplemente una coreografía. Y creen que el sexo debe ser así, sin empatía, sin preocuparse lo más mínimo por la otra persona, sin sensibilidad.
Y después está el cómo gestionan eso sus novias, amigas y cualquier persona que se les cruce por el camino, y se vean perjudicadas por sus acciones de niñatos.
Un profesor pederasta y violador, una adolescente abusada y con miedo…
Sin duda un coctel de barbaridades que lejos de ser una ficción, resulta, que suceden en la vida diaria. Y, ante esto, como madre y sin querer verme en situaciones semejantes, creo que lo más sensato es la educación sexual, tanto en casa como en los institutos. La comunicación, el que nuestros hijos sepan que aunque se equivoquen, nuestro amor está por encima de todo. Solo podemos ayudarles si sabemos lo que les pasa. Tragarnos la indignación y la ira que nos puede provocar su forma de actuar y pasar a la acción, para intentar convivir y criar a unos adolescentes con valores y esa falta de sensibilidad que hoy tienen.
Ni una más.
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